Jamás pensé que la tarea que recibí hace 31 años de la radioemisora de onda corta durara a través de mi carrera de locutora. Moderé el programa mensual «Seemannspost» en el que los parientes y amigos de los marineros podían saludarlos y solicitar piezas de música. Debido a este programa
conocí a personas y temas interesantes y a veces hasta bastante originales. Estos hombres se enrolaban en un buque de alta mar porque o bien deseaban ver el mundo o huir de la estrechez de la patria.
Tuve contacto con quienes mandaban saludos desde Suiza, que a menudo consentían al trío de moderadores con galletas y pasteles hechos en casa y por otra parte con quienes recibían los saludos en todo el mundo. Estos últimos escribían cartas o tarjetas postales y cuando estaban en Suiza ocasionalmente nos visitaban.
La carta escrita en papel azul claro con gaviotas esbozadas tenuemente, obviamente redactada por un marinero muy joven que vio truncados sus sueños románticos porque al enamorarse, no se percató de que se había enamorado de mi voz, me causó sentimientos mixtos.
Siempre me alegré cuando los marineros venían a visitarnos a la radioemisora en Berna, porque deseaban ver como se veía «su madrina» de la que sólo conocían la voz. A menudo tales visitas acababan con bastante alegría y alcohol en el sótano de la Gerechtigkeitsgasse 15, que era el local de la sección bernesa del Club de Marineros Suizos. Me nombraron socia de honor y me dieron la tarjeta Nr 1.
En las 7 secciones del Club, que existe desde hace 37 añios, los socios desenredan andédotas espeluznantes, repasan recuerdos y atienden los eventos deportivos y sociales. Además, los socios cantan, sobre todo en Berna y Basilea. El coro «Störtebekers» de Basilea ha alcanzado un alto nivel y su repertorio de canciones marineras y «shanties» es muy amplio. Gracias a sus presentaciones públicas han ganado muchos amigos.
Pero volvamos a los tiempos del «correo para los marineros» transmitido en onda corta. Alguna vez recibí una carta de la Cruz Azul, solicitándome no fomentar el consumo de bebidas alcohólicas en alta mar con nuestro programa. Me pidieron que en adelantc no dijera que el mensaje le costaría dos cajas de cerveza al destinatario... En ese entonces existía la regla tácita en los buques de que cada marinero que recibía un mensaje tenía que convidar a sus compañeros a una caja de cerveza. Si el mensaje musical era interpretado por Freddy Quinn y la canción era la tan popular del joven que debería volver muy pronto, la «multa» eran dos cajas. Sobra decir que los locutores nos deleitábamos ayudando a sumar. Para respetar la solicitud de ia Cruz Azul, dejamos esta costumbre que tanto nos gustaba.
A veces nos venían a visitar las esposas, las madres, las novias (ocasionalmente habían 2 por marinero) para grabar los mensajes en cinta y hacérselos Ilegar directamente a su querido. Me quedé de una pieza ei día que una madre bastante nerviosa abrí la caja de cartón que había traído para sacar un canario. Como ei pobre pájaro estaba muy desorientado, no cantó ni media nota, lo que hizo que ella susurrara: «Ou dr Hansi laht di grüesse!» (Hansi también te manda saludos).
Jamás se me olvidará lo que me sucedió cuando hice un viaje de investigación en el buque de carga «Calanda». Sirvieron una fondue de queso que tenía hilos muy largos jy eso con oleaje 6! Luego fui testigo de una despedida muy especial, como las que son usuales en ese entorno. El oficial encargado de la radioemisora tenía que desembarcar en Amsterdam, Holanda, para cambiar de buque. Micntras que se estaba despidiendo de los demás oficiales, algunos compañeros aprovecharon la oportunidad para prender su maleta y meterle medio queso Tilsiter lleno de gusanos entre las camisas impecablemente blancas. Poco después lo despidieron con caras muy tristes desde el puente.
Cuando en 1973, cambié a Radio DRS eché de menos enormemente mi trabajo anterior. Por eso, en una noche de insomnio me inventé «ei correo náutico» inverso, que llamé «Von Ferne sei herzlich...» (Desde lejos sinceramente...) que fue transmitido durante 10 años a fin de añio. Las voces de los marineros en alta mar llegaban a través de la estación costeña HEB de Radio Berna y se transmitían a los hogares por Schweizer Radio DRS.
Entre tanto han cambiado muchas cosas. El tan estimado programa «Seemannspost» ha pasado de moda. «Von Ferne sei herzlich...» ya no se transmite por falta de participación. Las tarjetas para llamar por teléfono y los aviones han reemplazado la onda corta. De los 450 marineros de entonces han quedado apenas unas 2 docenas. A mi me quedan los recuerdos de una aventura sin igual que viví sobre las ondas radiales, de los encuentros con los marineros en el Club y esta profunda y permanente inquietud por la lejanía. |